Los mundos invisibles (1/3)

No es todo lo que vemos. Hay una realidad que nos rodea y a la que no podemos acceder a través de nuestros sentidos. Hay otros planos, otros mundos, por los que atravesamos tras nuestra muerte física y que están tremendamente organizados. Para hablar de este tema hemos extraído en varias partes uno de los capítulos del libro «La luz diamantina«, de Francisco Redondo. Con él os dejamos.

El hombre percibe el mundo que le rodea gracias a sus sentidos físicos, la influencia de dicho mundo es quizás lo más importante de su vida. Pero si prestamos un poco de atención observaremos que no todo lo que nos rodea lo registra o percibe nuestros sentidos. Echemos rápidamente una ojeada, al espacio vacío que hay entre el ordenador y nosotros, ¿qué vemos?, seguramente muchos dirán ¡nada!, sin embargo sabemos que, hoy por hoy, científicamente esto no es cierto en modo alguno. Entre ese espacio, aparentemente vacío, existe una multitud de formas, más o menos sutiles. Están las motas de polvo y algunos ácaros, esta el aire que aunque invisible al ojo, permanentemente presente en la atmósfera. Pero aún hay más, están miles y miles de ondas de radio y televisión, además de millones de conversaciones de teléfonos móviles.
Vaya, el espacio vacío parece muy congestionado de tráfico de ondas. Pero si además queremos profundizar un poco más, seremos conscientes que los átomos que formas la partículas del oxígeno, por ejemplo, vibran o mejor dicho, giran incesantemente dentro de su núcleo, los electrones y los protones alrededor del neutrón, y este movimiento produce una finísima fricción que a su vez produce diversos ultrasonidos, que nuestros oídos son incapaces de percibir. Si siguiéramos investigando, y profundizando en diferentes dimensiones, muy pronto entraríamos dentro del campo de lo extrasensorial, dónde los pensamientos, las emociones y las fuerzas y vidas invisibles ocuparían su lugar en el tiempo y en el espacio que nos rodea. Miremos atentamente a nuestro alrededor, nada es realmente lo que parece ser, y hay mucho más oculto que no percibimos, que lo que a priori o a simple vista parecería haber.

Conocemos el mundo por medio de nuestros CINCO SENTIDOS, y si uno de ellos es defectuoso nuestro conocimiento del mundo también varia. Estos 5 sentidos todos los conocemos y son: LA VISTA: Este sentido nos permite percibir, ver, una determinada gama de vibraciones cromáticas. EL OÍDO: Nos permite oír, una limitada frecuencia de decibelios. EL TACTO: Relacionado con la sensibilidad de la piel. EL GUSTO: Nos pone en relación con una delimitada escala de sabores. EL OLFATO: Este sentido está mucho más desarrollado en los animales que en el hombre. Es un sentido poco utilizado en detrimento de los demás, sin embargo cuando lo utilizamos con plena conciencia nos proporciona un campo de experiencias maravilloso. «Nuestros sentidos Físicos, son como ventanas abiertas al mundo exterior, que permite al Morador Interno, vislumbrar una pequeña porción de la » Realidad «. Más allá de esta fracción, encontramos otras «Realidades» más profundas, ya sean químicas, atómicas o Espirituales, de las cuales nuestros CINCO SENTIDOS, por sí mismos, nada saben…»

C. Jinarajadasa, en su libro «Fundamentos de Teosofía» hace una buena y clara exposición de lo que a los sentidos y a su percepción estamos considerando, diciendo así: «Consideremos, por ejemplo, nuestro conocimiento del mundo por la facultad de la vista. ¿Qué entendemos por ver un objeto? Ello significa que nuestros ojos responden a las vibraciones de luz emitidas por el frente del objeto y que nuestra conciencia las traduce en ideas de forma Y color. Por supuesto que nosotros sólo vemos la parte que nos da de frente, nunca el todo, que abarca las partes anterior y posterior. Esta facultad de ver se debe, pues, a las ONDAS DE LUZ a que responden nuestros ojos. Pero ¿qué es, después de todo, la Luz? Al contestar a esta pregunta veremos enseguida cuán pequeña es la parte VISIBLE del
Mundo y cuán grande la INVISIBLE» (…)

Por desgracia o por suerte dependemos más de la vista que de cualquier otro sentido. Tal es exactamente el principio fundamental de la CLARIVIDENCIA. Nos rodean muchos tipos de vibraciones a que el mortal en general no puede responder. Está ciego, inconsciente, respecto a una parte del universo, dispuesto a revelársele si él fuera capaz de responder a sus vibraciones. Pero el Clarividente responde y por lo tanto VE más del mundo real que el que no lo es. Por supuesto que no todos los clarividentes son iguales en responder al mundo invisible: unos ven poco y otros mucho; unos adquieren un concepto claro de lo que ven y otros confuso e incoherente. Pero el principio de la clarividencia es exactamente el mismo de la visión ordinaria. Aún no conocemos qué desarrollo especial de los nervios y de los centros cerebrales es necesario para responder alas vibraciones del mundo invisible, pero la ciencia del mañana nos la descubrirá, descubriéndonos científicamente la «FISIOLOGÍA OCULTA DEL CEREBRO» y pondrá el mecanismo de la clarividencia más a nuestro alcance que lo está hoy.